jueves, 10 de diciembre de 2015

Origen del cuento de terror norteamericano



                                          LA NOVELA GOTICA

                                                          (I)

 Desde su nacimiento, la literatura fantástica no presenta las mismas características en los diferentes países en que se cultivó. Rafael Llopis, en su Historia natural de los cuentos de miedo, distingue entre la tradición anglosajona y la germánica, denominadas respectivamente de raíz negra y blanca, según la tendencia se encamine hacia el gusto por lo macabro y lo truculento o hacia lo maravilloso y poético. Sin embrago, cabe decir que Gran Bretaña fue la pionera de la novela gótica o de terror o negra, como le llamaban. A lo largo del siglo XVII, y hasta bien entrado el XVIII, aparece un número cada vez mayor de fugaces leyendas y baladas de carácter tenebroso que, no obstante, se conservan bajo el aspecto de literatura aceptada y cortés. 

Las coplas de corte horroroso y espectral se multiplicaban mientras se observa un gran interés del pueblo por sencillas obras de autores como Daniel Dafoe. Luego, empezando con las traducciones de relatos orientales, y adquiriendo forma definitiva hacia mediados de siglo, acontece el despertar del sentimiento romántico. Finalmente, tras la tímida aparición  de unas cuantas escenas espectrales en novelas de la época, el instinto de liberación dio origen a una nueva escuela narrativa: la escuela “gótica” de la narración fantástica y de horror, y su evolución en relato corto, la denominada generalmente ghost story,o historias de fantasmas.

De hecho, el castillo se perfila en todas estas narraciones como núcleo del suspense y del espanto demoniaco. Esta estructura laberíntica se presta a crear ambientes inquietantes de sombras, ruidos extraños y cadáveres a discreción. El esquema general incluye además, a un noble malvado y tirano que desempeñaba el papel de villano, a la inocente y virtuosa doncella, siempre perseguida, que sufre los mayores terrores y sirve de punto de vista y centro de las simpatías del lector; al héroe siempre valeroso e inmaculado, de alta cuna pero vestido a menudo de humilde disfraz, a parte de una serie de elementos escenográficos como luces extrañas, lámparas apagadas, trampas húmedas, manuscritos ocultos y mohosos, portones chirriantes y demás cosas. Todo este aparato aparece una y otra vez con divertida invariabilidad, a veces provocando un tremendo efecto, a lo largo de la historia de la novela gótica, y no ha desaparecido hoy, ni mucho menos, aunque una técnica más sutil le confiere una forma menos ingenua y evidente.

La primera novela gótica en donde aparecen todos los elementos que constituyen la esencia del género es El castillo de Otranto (1764), de Horace Walpole (1717-1798). La historia tiene un estilo animado y prosaico cuya vivacidad impide la creación de una atmosfera auténticamente espectral.
 La narración nos cuenta la historia de Manfredo, príncipe usurpador y sin escrúpulos, decidido a fundar una dinastía, quien tras la muerte misteriosa y súbita de su único hijo, intenta casarse con la dama destinada al malogrado hijo, Isabel, que huye ante los designios del príncipe y encuentra en las criptas subterráneas del castillo a un noble y joven protector llamado Teodoro.  El castillo se ve asediado por fenómenos sobrenaturales de diverso carácter. Comienzan a aparecer fragmentos de una armadura gigantesca, un retrato se sale de un cuadro y camina, etc.

 El género de terror tiene una larga estela de escritores importantes como Arthur Machen, Ambrose Bierce, Algernon Blackood, Lord Dunsany, el inigualable Edgar Allan Poe así como el sorprendente H.P. Lovecraft (El soñador de Providence). 
En esta primera entrega he querido hacer solo un preámbulo o introducción al género de terror citando la novela gótica y parte de sus orígenes.