LA NOVELA GOTICA
(I)
Desde su nacimiento, la
literatura fantástica no presenta las mismas características en los diferentes
países en que se cultivó. Rafael Llopis, en su Historia natural de los cuentos de miedo, distingue entre la
tradición anglosajona y la germánica, denominadas respectivamente de raíz negra
y blanca, según la tendencia se encamine hacia el gusto por lo macabro y lo
truculento o hacia lo maravilloso y poético. Sin embrago, cabe decir que Gran
Bretaña fue la pionera de la novela gótica o de terror o negra, como le
llamaban. A lo largo del siglo XVII, y hasta bien entrado el XVIII, aparece un
número cada vez mayor de fugaces leyendas y baladas de carácter tenebroso que,
no obstante, se conservan bajo el aspecto de literatura aceptada y cortés.
Las coplas
de corte horroroso y espectral se multiplicaban mientras se observa un gran
interés del pueblo por sencillas obras de autores como Daniel Dafoe. Luego,
empezando con las traducciones de relatos orientales, y adquiriendo forma
definitiva hacia mediados de siglo, acontece el despertar del sentimiento
romántico. Finalmente, tras la tímida aparición
de unas cuantas escenas espectrales en novelas de la época, el instinto
de liberación dio origen a una nueva escuela narrativa: la escuela “gótica” de
la narración fantástica y de horror, y su evolución en relato corto, la
denominada generalmente ghost story,o
historias de fantasmas.
De hecho, el castillo
se perfila en todas estas narraciones como núcleo del suspense y del espanto
demoniaco. Esta estructura laberíntica se presta a crear ambientes inquietantes
de sombras, ruidos extraños y cadáveres a discreción. El esquema general
incluye además, a un noble malvado y tirano que desempeñaba el papel de
villano, a la inocente y virtuosa doncella, siempre perseguida, que sufre los
mayores terrores y sirve de punto de vista y centro de las simpatías del
lector; al héroe siempre valeroso e inmaculado, de alta cuna pero vestido a
menudo de humilde disfraz, a parte de una serie de elementos escenográficos
como luces extrañas, lámparas apagadas, trampas húmedas, manuscritos ocultos y
mohosos, portones chirriantes y demás cosas. Todo este aparato aparece una y
otra vez con divertida invariabilidad, a veces provocando un tremendo efecto, a
lo largo de la historia de la novela gótica, y no ha desaparecido hoy, ni mucho
menos, aunque una técnica más sutil le confiere una forma menos ingenua y
evidente.
La primera novela
gótica en donde aparecen todos los elementos que constituyen la esencia del
género es El castillo de Otranto
(1764), de Horace Walpole (1717-1798). La historia tiene un estilo animado y prosaico
cuya vivacidad impide la creación de una atmosfera auténticamente espectral.
La narración nos cuenta la historia de
Manfredo, príncipe usurpador y sin escrúpulos, decidido a fundar una dinastía,
quien tras la muerte misteriosa y súbita de su único hijo, intenta casarse con
la dama destinada al malogrado hijo, Isabel, que huye ante los designios del
príncipe y encuentra en las criptas subterráneas del castillo a un noble y joven
protector llamado Teodoro. El castillo
se ve asediado por fenómenos sobrenaturales de diverso carácter. Comienzan a
aparecer fragmentos de una armadura gigantesca, un retrato se sale de un cuadro
y camina, etc.
El género de terror tiene una larga estela de escritores importantes como Arthur Machen, Ambrose Bierce, Algernon Blackood, Lord Dunsany, el inigualable Edgar Allan Poe así como el sorprendente H.P. Lovecraft (El soñador de Providence).
En esta primera entrega he querido hacer solo un preámbulo o introducción al género de terror citando la novela gótica y parte de sus orígenes.
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