jueves, 7 de enero de 2016

LA CASA DE RICARDO MANS



                              

Luego de la llovizna vegetal y saberse extraviado, aquel hombre se levantó del ahuecado árbol. La maleza ofrecía su olor. Al fondo el apagado sol iluminaba la extensa sabana envuelta en un intranquilo silencio. La  noche se avecinaba con sus trazos grises en el cielo. Conforme avanzaba, más le traicionaban los nervios. Solo imaginar que la noche le sorprendería en medio de ese bosque despertaba viejos miedos. La luna parecía colgar de los frondosos y gruesos árboles  ofreciendo un horroroso espectáculo en donde las aves nocturnas batían sus alas. Caminó sin rumbo por horas adentrándose más en la zona boscosa dando con un estrecho camino que le llevó a una casa. El corazón le saltó de felicidad, pues, en kilómetros a la redonda no había un lugar en donde pudiese pasar la noche ante la realidad de saberse perdido. Se detuvo al acercarse a la puerta y ver que un humo comenzaba a salir. El interior se iluminó repentinamente. Comenzó a sentir un raro aire que parecía subir y bajar por la espina dorsal. Todos sabemos que en la mente suelen formarse mundos y monstruos, seres malignos dispuestos a salir de algún lugar de entre las sombras  para atacarnos. Así es el miedo.
Alguien le advirtió que no se alejara demasiado del grupo si no quería perderse por los laberinticos caminos.  Al volver el rostro vio en los ojos del chofer una preocupación que llamó su atención, como si le conociera lo suficiente para sentirse triste si algo le llegara a pasar. La otra parte del grupo decidió obedecer las reglas descritas en el mural del hotel. Como amante de la naturaleza, se dejó envolver por el olor de las plantas. Se sentía abstraído por los bellos recuerdos de la niñez que le asaltaron cuando solía correr por entre los valles y montes del campo. Fue una extraordinaria época,  de hecho, le gustaba viajar con su padre a Jupasa para observar los verdes prados  y largas palmeras que se alzaban lejos de la carretera. Le era un hermoso espectáculo todo aquello,  fue justamente ese olor el que le trajo a este lugar alejándose de los demás. Quizá si hubiese hecho caso al chofer,  pero qué hacer cuando se conjugan emoción y realidad. Al tocar la puerta la luz aumenta como si alguien estuviera esperando a una persona. El croar de lo que se supone sean ranas era insoportable al grado de aumentar más la tensión. Empujó la puerta despacio para entrar, el frío calaba los huesos. El interior estaba cálido, muy agradable comparado a la temperatura existente afuera. Estuvo de pie en medio de la sala esperando ver a la persona que encendió la luz. Era evidente que la casa no estaba sola como supuso momentos antes de entrar. Se acercó a la mesa buscando calentar las manos que parecían endurecidas por el helado viento del bosque. Llamó repetidas veces, pensó que a lo mejor las personas que viven allí saldrían por un momento en busca de algo para comer por lo que decidió sentarse a esperar.

No es bueno que se aleje usted mucho señor, estos sitios son medio grimosos desde que cae la tarde”.

Las horas pasaban y terminó dormido, vencido por el cansancio, no sabe cuánto caminó pero fue suficiente como para provocar el dolor en los pies. Un sonido de muchas alas llenaba el espacio nocturno. El encabezado del periódico comenzó a rebotar en su cabeza.

“¡DESAPARECE JOVEN!
 ES LA QUINTA EN MENOS DE QUINCE DIAS”.
En ese momento le asaltaron las palabras del guía.

Anoche se escucharon truenos como si el estómago de un ser maligno estuviera gruñendo”.

Se levantó de la silla un poco nervioso. Ese aleteo parecía acercarse más a la casa. Casi se podía sentir. El miedo que le embargaba impedía que viera por las ventanas hacia afuera, tuvo la sensación de que allí, en la espesura del bosque yacen un montón de degenerados espíritus. Con pasos rápidos fue hasta la habitación, se sentía desquiciado, como si una fuerza sobrenatural le hubiese poseído. Volvió a gritar solo para convencerse de que no había nadie en la casa. Que la casa estaba abandonada, pero entonces ¿quién encendió la luz? ¿De dónde venía ese humo? Se atrevió a mirar por la ventana. Nunca había presenciado algo similar, ni aun en sus andanzas por los montes a pesar de los cuentos que siempre ha escuchado sobre muertos y cosas similares. Aquello que estaba ante los ojos de aquel hombre no era algo que pudiera ser aceptado por la lógica humana. ¡Nada que ver! Lo que estaba ahí afuera se movía veloz entre los árboles y toda esa maleza que llenaba el derredor de la casa. Al pasar sobre los rieles recordó que el conductor dijo algo sobre una persona que vivía apartada de todos por sufrir una rara enfermedad. Un graznido llenó el silencio congelando sus arterias. Ni el más intrépido hombre se avecinaba a caminar por estos lares siniestros plagados de animales rastreros y no se sabe qué otras cosas. Como un pensamiento esperanzador se preguntaba si le echarían de menos en el hotel o el autobús. Un golpe seco en la puerta le hizo creer que el dueño de la vivienda habría vuelto por lo que corrió a abrir al recién llegado… sintió derretir el corazón como cera ante la desesperación y el miedo de ver que no había nadie. Gritó como loco en medio de la angustia. La noche parecía interminable. No le desearía esto a nadie.

-“Mi querido amigo, no creo en esas cosas, pero de todas maneras, muchas gracias”.
-“Señor, debería usted creer, porque el Diablo cree en usted”.

Es algo irremediable, saber que se ha buscado esa situación, en donde el tiempo corre lento y nadie sabe si vive o está muerto, donde nadie vendrá por él, en donde sabe que ese maldito lugar será su celda, porque es evidente que hay algo allá afuera que en cualquier momento entrará y quizá lo tome por esclavo suyo, o a lo mejor le mate. Sabe que en cualquier momento esa puerta se abrirá dejando entrar a no se sabe qué, pues escuchó en boca de los empleados del hotel que los restos hallados de la joven demostraban la celebración de un raro ritual.

Un hombre al que llamaban Ricardo Mans construyó una pequeña vivienda lejos del pueblo hace unos años, quizás evitando ser encontrado. Era un hombre extraño que supuestamente bregaba con cosas raras, usted sabe, espíritus malos y…”

El extranjero le hizo reflexionar. No había dudas. Es a lo que el conductor se refería al abordarlo cuando bajó del autobús. Escuchó que en el Dajao, había un lugar en donde se hacía extrañas sesiones, canalizaciones espirituales y que usaban osamentas para supuestamente invocar espíritus malignos. Todo ese espesor de niebla y el frío calando los huesos tienen una explicación. Entiende ahora el por qué de su estado desquiciante, sabe que es imposible que salga de allí y aun si así fuera, no iría muy lejos ante la segura existencia de un ente diabólico que anda entre los grotescos matorrales que parecen abrazar la casa.



jueves, 10 de diciembre de 2015

Origen del cuento de terror norteamericano



                                          LA NOVELA GOTICA

                                                          (I)

 Desde su nacimiento, la literatura fantástica no presenta las mismas características en los diferentes países en que se cultivó. Rafael Llopis, en su Historia natural de los cuentos de miedo, distingue entre la tradición anglosajona y la germánica, denominadas respectivamente de raíz negra y blanca, según la tendencia se encamine hacia el gusto por lo macabro y lo truculento o hacia lo maravilloso y poético. Sin embrago, cabe decir que Gran Bretaña fue la pionera de la novela gótica o de terror o negra, como le llamaban. A lo largo del siglo XVII, y hasta bien entrado el XVIII, aparece un número cada vez mayor de fugaces leyendas y baladas de carácter tenebroso que, no obstante, se conservan bajo el aspecto de literatura aceptada y cortés. 

Las coplas de corte horroroso y espectral se multiplicaban mientras se observa un gran interés del pueblo por sencillas obras de autores como Daniel Dafoe. Luego, empezando con las traducciones de relatos orientales, y adquiriendo forma definitiva hacia mediados de siglo, acontece el despertar del sentimiento romántico. Finalmente, tras la tímida aparición  de unas cuantas escenas espectrales en novelas de la época, el instinto de liberación dio origen a una nueva escuela narrativa: la escuela “gótica” de la narración fantástica y de horror, y su evolución en relato corto, la denominada generalmente ghost story,o historias de fantasmas.

De hecho, el castillo se perfila en todas estas narraciones como núcleo del suspense y del espanto demoniaco. Esta estructura laberíntica se presta a crear ambientes inquietantes de sombras, ruidos extraños y cadáveres a discreción. El esquema general incluye además, a un noble malvado y tirano que desempeñaba el papel de villano, a la inocente y virtuosa doncella, siempre perseguida, que sufre los mayores terrores y sirve de punto de vista y centro de las simpatías del lector; al héroe siempre valeroso e inmaculado, de alta cuna pero vestido a menudo de humilde disfraz, a parte de una serie de elementos escenográficos como luces extrañas, lámparas apagadas, trampas húmedas, manuscritos ocultos y mohosos, portones chirriantes y demás cosas. Todo este aparato aparece una y otra vez con divertida invariabilidad, a veces provocando un tremendo efecto, a lo largo de la historia de la novela gótica, y no ha desaparecido hoy, ni mucho menos, aunque una técnica más sutil le confiere una forma menos ingenua y evidente.

La primera novela gótica en donde aparecen todos los elementos que constituyen la esencia del género es El castillo de Otranto (1764), de Horace Walpole (1717-1798). La historia tiene un estilo animado y prosaico cuya vivacidad impide la creación de una atmosfera auténticamente espectral.
 La narración nos cuenta la historia de Manfredo, príncipe usurpador y sin escrúpulos, decidido a fundar una dinastía, quien tras la muerte misteriosa y súbita de su único hijo, intenta casarse con la dama destinada al malogrado hijo, Isabel, que huye ante los designios del príncipe y encuentra en las criptas subterráneas del castillo a un noble y joven protector llamado Teodoro.  El castillo se ve asediado por fenómenos sobrenaturales de diverso carácter. Comienzan a aparecer fragmentos de una armadura gigantesca, un retrato se sale de un cuadro y camina, etc.

 El género de terror tiene una larga estela de escritores importantes como Arthur Machen, Ambrose Bierce, Algernon Blackood, Lord Dunsany, el inigualable Edgar Allan Poe así como el sorprendente H.P. Lovecraft (El soñador de Providence). 
En esta primera entrega he querido hacer solo un preámbulo o introducción al género de terror citando la novela gótica y parte de sus orígenes.

miércoles, 18 de diciembre de 2013





                                               LA ESTANCIA


El zumbido que se escuchaba en toda la habitación hizo detener mi lectura. Al salir me dirigí a la sala, era el lugar en donde se escuchaba más fuerte. Un charco de sangre tiznando el piso, como si hubiesen degollado algún animal o persona. Un fuerte hedor comenzaba a inundar toda la sala. Las cortinas que adornaban las ventanas se agitaban por el fuerte viento que golpeaba los cristales.  Me saltó la duda de si se trató de algún ritual satánico porque según la nota que leía, esta práctica se había hecho muy normal en Sabana Angosta. Una rara desesperación comenzaba a embargarme al darme cuenta que me encontraba solo en el hotel, puesto que a pesar del hedor, nadie salía para husmear. Afuera, la luz circunsolar lograba desayudarme por momentos.

Gruesas trenzas comenzaban a salir de entre los árboles en forma de tentáculos que buscaban aprisionarme. Unos alaridos salían de la maleza, eran escalofriantes, como si estuviesen despellejando a alguien. Ahora veo que la nota escrita por Eutimio antes de desaparecer, era cierta. No se trata de un simple espurio como dijera  Artemio Cabrilis aquella noche. Veo como todo toma forma ahora. Todo pasaba muy rápido ante mis ojos, apenas podía pensar sobre lo que sucedía. Toda la nube que llenaba mi mente despareció al ver una inmensa criatura antropomorfa que lanzaba terroríficos gruñidos que resonaban por todo el lugar. El fluir del frio en mi cuerpo crecía. Nada de lo había leído se comparaba con lo que veía frente a mí. Era irremediable correr, de hecho, no había para donde correr. Miré en kilómetros y solo se veía todo un bosque con frondosos árboles parecían sacados de algún cuento de terror. Inexplicablemente la bestia permanecía inmóvil frente a mí, como esperando alguna reacción de mí. Lo extraño es que la gente parecía haber desaparecido, el hotel se había quedado sin visitantes aparentemente. Como visión espectral, de entre la espesura del bosque una figura emergía casi suspendida en el aire. Su negro atuendo se confundía con el gris oscuro que cubría el hotel. Saqué la nota escrita por Eutimio para leerla de nuevo. Allí me di cuenta de que Goudy y Artemio escondían algo. El tiempo pareció detenerse de pronto. Aquella figura fantasmal se acercaba cada vez más a mí. Me era imposible la visión de momento. Apenas se advertían algunas siluetas rodeándola, como sombras delgadas que se movían a su alrededor cual diminutas y largas serpientes que se movían en cámara lenta.

 Goudy  mentía respecto al monstruo, la nota decía que en el momento en que el hijo de Eutimio era devorado por no se sabe qué, fue salpicado de sangre. Algo que hizo tildaran de loco a su autor, quien al igual que todos, había desaparecido. Supe que ya no había tiempo para regresar. Ni siquiera tenía mucho tiempo para buscar una razón ante lo que veía. Mi corazón sentía desfallecer y la presión del miedo inmovilizaba mis piernas. No sé cómo llegué a escapar de aquellas fauces viscosas, cuya profundidad rojiza se abrieron para tragarme. Ahora que estoy en este frio lugar no dejo de preguntarme si lo que vi pasó de verdad, o si la nota de Eutimio existió. Una suave mano frota mis cabellos al tiempo que el doctor Bernard, con rostro fúnebre me muestra las pastillas que debo tomar para calmar mi delirium tremens.

‘’Posiblemente, debido a mi condición, se piense que no estoy en mis cabales.
Pero me atrevo a decir que lo que pasa en Sabana Angosta es real. Mi hijo de 27 años, fue devorado por una bestia a plena luz del día y en presencia de muchas personas que han optado por guardar silencio, mientras que otros han desaparecido misteriosamente. Estoy consciente de los hechos, ya que no pude intervenir por la fuerza descomunal de la bestia y su invisibilidad, la cual hicieron venir por medio de un conjuro diabólico’’.

¡Enfermera, nadie puede hallar esta nota. Debe usted quemarla ahora mismo!

Félix Villalona.





viernes, 1 de febrero de 2013

Fotos de casas abandonadas 
HEMOFILIA



El estruendo me hizo despertar bruscamente. Una tenue luz entraba por la ventana proyectándose en el cristal de la vitrina. Me asomé con miedo infantil a la puerta, pero me abstuve de abrir y lo que hice fue correr las cortinas de una de las ventanas. Repentinamente unas sombras pasaban veloces por la calle, casi no podía ver de qué se trataba. Corrí a la otra ventana para aprovechar el ángulo y ver mejor. Resultaba casi imposible la visión, así que decidí salir para percatarme de lo que sucedía.
Lo primero que noté fue la soledad que imperaba, algo muy raro.

Me detuve en la calle Primera buscando una orientación más precisa, y al voltear, quedé boquiabierto al ver que la misma, estaba plagada de perros.  Si fuese a escribir una historia de miedo, comenzaría por; ‘’Esa noche, los perros invadían la ciudad, parecían venir del cementerio’’. Sería un gran argumento, porque conforme caminaba aparecían más perros. Lleno de asombro, miré a uno de ellos en cuyos dientes se reflejaba la luna, fue entonces cuando corrí, pero mi error fue que por el miedo, lo hice contrario a mi casa. Corrí con esfuerzo vano. No se divisaba ni una persona, un transeúnte, alguien que saliera del Bar. El vacío de gente era absoluto. Tomé la calle Segunda tratando de huir de los canes aparentemente poseídos, no hallo una forma de explicar las facciones de sus horrorosas caras. En un descuido, uno de ellos logró morderme mientras que otro desgarraba mis ropas a dentelladas.

Era algo horrible, por más que intentaba, no lograba zafarme de las mortales mordidas. Grité por auxilio pero era como si los perros hubiesen tomado el control de todo. Con un pedazo de metal logré deshacerme de mis agresores, y casualmente, vi una casa con la puerta entre abierta, y sin pensarlo dos veces, entré. La pérdida abundante de sangre hizo que me desmayara al entrar. Mis pesadillas han escapado de mi mente –pensé en medio de la desesperación-. La sangre comenzó a mojar la alfombra que adornaba la casa. Volví a pedir auxilio pero me respondió mi propia voz.
Miré que mi pierna izquierda estaba ensangrentada.  A rastras, logré sentarme sobre un sofá y tomar el teléfono. Marqué a mi casa con la esperanza de que mi mujer contestara, pero la voz que me atendió no hizo más que reír burlonamente. Por un momento creí enloquecer, ¡esa es mi voz! El auricular se me resbaló de las manos y todo comenzó a darme vueltas. ¿Esto será un mal chiste? ¿Se tratará en verdad de una simple y estúpida pesadilla? Pensé-.
 La espesura de la noche podía cortarse fácilmente. Afuera, los perros aullaban como lobos, me resultaba increíble aceptar lo que ocurría. Mi inquietud no estaba fundamentada en la posibilidad de terminar hecho trizas por los cuadrúpedos, sino en que algo le pudo haber pasado a mi esposa porque alguien estaba en mi casa, alguien imitando mi propia voz. Me levanté del sofá con la intención de salir de la abandonada casa. Bajo los efectos del mareo, como pude, llegué hasta la puerta. El estruendo fue mayor esta vez, y la herida aun sangraba sin cesar. El miedo a morir comenzó a embargarme de forma desmedida, como si lanzaran baldes de agua helada sobre mi cuerpo. ¿Cómo puede uno explicar tal sensación sino es palpando la misma muerte y su delirio?

No logro desasirme del horror. La idea de que soy el único que ha quedado en la ciudad, no es para creerse héroe, como mucho menos la intención de la muerte, de sorprenderme en este lugar. Al tomar el manubrio de la puerta, una duda sospechosa me embarga, apuntala mi corazón. ¿Y si los perros están a la espera de que salga para devorarme? Pero algo me decía que debía salir de aquí lo más rápido posible, que mi mujer necesitaba ayuda ya que soy el único que ha quedado. Impulsado por estos pensamientos, me llené de valor y abrí la puerta.

A lo lejos, algo se desplazaba sospechosamente. Con el manubrio en la mano, por si acaso algo pasaba, salí. Noté que el ruido provenía del edificio que aloja el  manicomio, el cual estaba en completa oscuridad. Como eco, una voz grave quebró el silencio -será mejor que no vaya usted allí, justamente fue donde inició todo esto-. Mi estado de perplejidad creció cuando volví el rostro. Un ser mitad hombre y mitad perro era el que hablaba. El corazón no pudo soportar, se detuvo al instante.
Cuando abrí los ojos, Lucrecia, quien es enfermera de manicomio, estaba a mi lado poniendo un torniquete sobre la herida de mi pierna derecha, mientras Newton lame la rodilla izquierda.