miércoles, 18 de diciembre de 2013





                                               LA ESTANCIA


El zumbido que se escuchaba en toda la habitación hizo detener mi lectura. Al salir me dirigí a la sala, era el lugar en donde se escuchaba más fuerte. Un charco de sangre tiznando el piso, como si hubiesen degollado algún animal o persona. Un fuerte hedor comenzaba a inundar toda la sala. Las cortinas que adornaban las ventanas se agitaban por el fuerte viento que golpeaba los cristales.  Me saltó la duda de si se trató de algún ritual satánico porque según la nota que leía, esta práctica se había hecho muy normal en Sabana Angosta. Una rara desesperación comenzaba a embargarme al darme cuenta que me encontraba solo en el hotel, puesto que a pesar del hedor, nadie salía para husmear. Afuera, la luz circunsolar lograba desayudarme por momentos.

Gruesas trenzas comenzaban a salir de entre los árboles en forma de tentáculos que buscaban aprisionarme. Unos alaridos salían de la maleza, eran escalofriantes, como si estuviesen despellejando a alguien. Ahora veo que la nota escrita por Eutimio antes de desaparecer, era cierta. No se trata de un simple espurio como dijera  Artemio Cabrilis aquella noche. Veo como todo toma forma ahora. Todo pasaba muy rápido ante mis ojos, apenas podía pensar sobre lo que sucedía. Toda la nube que llenaba mi mente despareció al ver una inmensa criatura antropomorfa que lanzaba terroríficos gruñidos que resonaban por todo el lugar. El fluir del frio en mi cuerpo crecía. Nada de lo había leído se comparaba con lo que veía frente a mí. Era irremediable correr, de hecho, no había para donde correr. Miré en kilómetros y solo se veía todo un bosque con frondosos árboles parecían sacados de algún cuento de terror. Inexplicablemente la bestia permanecía inmóvil frente a mí, como esperando alguna reacción de mí. Lo extraño es que la gente parecía haber desaparecido, el hotel se había quedado sin visitantes aparentemente. Como visión espectral, de entre la espesura del bosque una figura emergía casi suspendida en el aire. Su negro atuendo se confundía con el gris oscuro que cubría el hotel. Saqué la nota escrita por Eutimio para leerla de nuevo. Allí me di cuenta de que Goudy y Artemio escondían algo. El tiempo pareció detenerse de pronto. Aquella figura fantasmal se acercaba cada vez más a mí. Me era imposible la visión de momento. Apenas se advertían algunas siluetas rodeándola, como sombras delgadas que se movían a su alrededor cual diminutas y largas serpientes que se movían en cámara lenta.

 Goudy  mentía respecto al monstruo, la nota decía que en el momento en que el hijo de Eutimio era devorado por no se sabe qué, fue salpicado de sangre. Algo que hizo tildaran de loco a su autor, quien al igual que todos, había desaparecido. Supe que ya no había tiempo para regresar. Ni siquiera tenía mucho tiempo para buscar una razón ante lo que veía. Mi corazón sentía desfallecer y la presión del miedo inmovilizaba mis piernas. No sé cómo llegué a escapar de aquellas fauces viscosas, cuya profundidad rojiza se abrieron para tragarme. Ahora que estoy en este frio lugar no dejo de preguntarme si lo que vi pasó de verdad, o si la nota de Eutimio existió. Una suave mano frota mis cabellos al tiempo que el doctor Bernard, con rostro fúnebre me muestra las pastillas que debo tomar para calmar mi delirium tremens.

‘’Posiblemente, debido a mi condición, se piense que no estoy en mis cabales.
Pero me atrevo a decir que lo que pasa en Sabana Angosta es real. Mi hijo de 27 años, fue devorado por una bestia a plena luz del día y en presencia de muchas personas que han optado por guardar silencio, mientras que otros han desaparecido misteriosamente. Estoy consciente de los hechos, ya que no pude intervenir por la fuerza descomunal de la bestia y su invisibilidad, la cual hicieron venir por medio de un conjuro diabólico’’.

¡Enfermera, nadie puede hallar esta nota. Debe usted quemarla ahora mismo!

Félix Villalona.





viernes, 1 de febrero de 2013

Fotos de casas abandonadas 
HEMOFILIA



El estruendo me hizo despertar bruscamente. Una tenue luz entraba por la ventana proyectándose en el cristal de la vitrina. Me asomé con miedo infantil a la puerta, pero me abstuve de abrir y lo que hice fue correr las cortinas de una de las ventanas. Repentinamente unas sombras pasaban veloces por la calle, casi no podía ver de qué se trataba. Corrí a la otra ventana para aprovechar el ángulo y ver mejor. Resultaba casi imposible la visión, así que decidí salir para percatarme de lo que sucedía.
Lo primero que noté fue la soledad que imperaba, algo muy raro.

Me detuve en la calle Primera buscando una orientación más precisa, y al voltear, quedé boquiabierto al ver que la misma, estaba plagada de perros.  Si fuese a escribir una historia de miedo, comenzaría por; ‘’Esa noche, los perros invadían la ciudad, parecían venir del cementerio’’. Sería un gran argumento, porque conforme caminaba aparecían más perros. Lleno de asombro, miré a uno de ellos en cuyos dientes se reflejaba la luna, fue entonces cuando corrí, pero mi error fue que por el miedo, lo hice contrario a mi casa. Corrí con esfuerzo vano. No se divisaba ni una persona, un transeúnte, alguien que saliera del Bar. El vacío de gente era absoluto. Tomé la calle Segunda tratando de huir de los canes aparentemente poseídos, no hallo una forma de explicar las facciones de sus horrorosas caras. En un descuido, uno de ellos logró morderme mientras que otro desgarraba mis ropas a dentelladas.

Era algo horrible, por más que intentaba, no lograba zafarme de las mortales mordidas. Grité por auxilio pero era como si los perros hubiesen tomado el control de todo. Con un pedazo de metal logré deshacerme de mis agresores, y casualmente, vi una casa con la puerta entre abierta, y sin pensarlo dos veces, entré. La pérdida abundante de sangre hizo que me desmayara al entrar. Mis pesadillas han escapado de mi mente –pensé en medio de la desesperación-. La sangre comenzó a mojar la alfombra que adornaba la casa. Volví a pedir auxilio pero me respondió mi propia voz.
Miré que mi pierna izquierda estaba ensangrentada.  A rastras, logré sentarme sobre un sofá y tomar el teléfono. Marqué a mi casa con la esperanza de que mi mujer contestara, pero la voz que me atendió no hizo más que reír burlonamente. Por un momento creí enloquecer, ¡esa es mi voz! El auricular se me resbaló de las manos y todo comenzó a darme vueltas. ¿Esto será un mal chiste? ¿Se tratará en verdad de una simple y estúpida pesadilla? Pensé-.
 La espesura de la noche podía cortarse fácilmente. Afuera, los perros aullaban como lobos, me resultaba increíble aceptar lo que ocurría. Mi inquietud no estaba fundamentada en la posibilidad de terminar hecho trizas por los cuadrúpedos, sino en que algo le pudo haber pasado a mi esposa porque alguien estaba en mi casa, alguien imitando mi propia voz. Me levanté del sofá con la intención de salir de la abandonada casa. Bajo los efectos del mareo, como pude, llegué hasta la puerta. El estruendo fue mayor esta vez, y la herida aun sangraba sin cesar. El miedo a morir comenzó a embargarme de forma desmedida, como si lanzaran baldes de agua helada sobre mi cuerpo. ¿Cómo puede uno explicar tal sensación sino es palpando la misma muerte y su delirio?

No logro desasirme del horror. La idea de que soy el único que ha quedado en la ciudad, no es para creerse héroe, como mucho menos la intención de la muerte, de sorprenderme en este lugar. Al tomar el manubrio de la puerta, una duda sospechosa me embarga, apuntala mi corazón. ¿Y si los perros están a la espera de que salga para devorarme? Pero algo me decía que debía salir de aquí lo más rápido posible, que mi mujer necesitaba ayuda ya que soy el único que ha quedado. Impulsado por estos pensamientos, me llené de valor y abrí la puerta.

A lo lejos, algo se desplazaba sospechosamente. Con el manubrio en la mano, por si acaso algo pasaba, salí. Noté que el ruido provenía del edificio que aloja el  manicomio, el cual estaba en completa oscuridad. Como eco, una voz grave quebró el silencio -será mejor que no vaya usted allí, justamente fue donde inició todo esto-. Mi estado de perplejidad creció cuando volví el rostro. Un ser mitad hombre y mitad perro era el que hablaba. El corazón no pudo soportar, se detuvo al instante.
Cuando abrí los ojos, Lucrecia, quien es enfermera de manicomio, estaba a mi lado poniendo un torniquete sobre la herida de mi pierna derecha, mientras Newton lame la rodilla izquierda.










 




















viernes, 18 de enero de 2013



               BRINDIS POR UN DESENCANTO
                                        FELIX VILLALONA


                                           Anda poema, y diles que muero.


Después de un proceso inexplicable en el cual mudaron los sentidos y la sensibilidad escritural, aunque sintiendo una necesidad enorme u hondo remordimiento por ello, un domingo por la tarde me dirigí con paso presurolento hasta la sala de la casa. Sentía como algo me arañaba el vientre, un raro vapor subiendo desde adentro que provocaba en mí un sofoque o miedo. Pero, ¿miedo a qué? ¿A enfrentarme de nuevo a ese blanco océano, a la angustia de no hallar qué escribir? Me senté en el piso buscando un mejor fluir de ideas con la desidia de que muchas veces somos objetos. Lo cierto es, que tomé un libro en busca de “algo” interesante que me devolviese lo que posiblemente había perdido… La motivación.

Fue entonces cuando me topé con un ensayo de Lupo Hernández Rueda publicado en la revista País Cultural que publica el Ministerio de Cultura titulado “Sufrimiento, enfermedad y creación”. El poeta hace mención de las vicisitudes y males padecidos por poetas y escritores. Rueda menciona a Milton, y a Borges, quienes padecieron de ceguera, así como a Byron, Flaubert, Dostoyeski, presos de la epilepsia, mientras que Virgilio, Novalis, Keats y Kafka fueron víctimas de la tuberculosis (Pag. 49).
Si bien es cierto, muchos poetas han sufrido vejaciones llegando a morir en la más mísera pobreza, pero en su catarsis experimentaron situaciones maravillosas en cuanto al arte se refiere. Expresaron a través de la poesía sus frustraciones, emociones, alegrías, contradicciones, pero también su deseo de muerte.

“Cuando el poeta sufre intensamente, surge de su numen el más sentido poema”.
Carlos L. Saviñón.

 Baudelaire decía que la hora del artista va delante de la hora del resto de los mortales, haciendo referencia al genio creativo que siempre se adelanta a su época. Parecido a esto, otro poeta francés dijo que el poeta debía de hacerse “vidente” por medio de un largo desarreglo de los sentidos, de todos los sentidos. Creo que cuando se logra eso el artista logra “adelantarse” a su época. Pero, ¿cómo lograr que ese genio dormido logre su objetivo? Teniendo en cuenta que la poesía como dijo Huidobro, siente más que nada el destino del hombre. Lograr que el verso sea como una llave, que abra mil puertas y el alma del oyente
quede temblando. El poeta ha de saber usar las palabras ya que ellas ayudan u obstaculizan. Ahora bien, la imaginación del poeta debe ser vasta en cuanto a creación se refiere aun en medio de la adversidad que le rodea, se apoyaría en algo que no es muy necesario como la melancolía y un autoencierro en donde los demonios comienzan el zarandeo. Los poetas románticos recurrían a esto como una técnica, utilizaban el dolor para escribir.

¿Quién soy? ¿Un rencor vivo? Un cadáver que yace en la nebladura!!

Mucho se ha hablado de la poesía y sus mundos misteriosos que engloban varios tópicos. Por ejemplo, Helena P. Blavatsky en un ensayo titulado Cuestiones Teosóficas (oct. 1879), habla de esta ciencia y sus precursores. Su definición viene del término theosophía, la cual componen dos palabras  griegas: theos (dios) y sophos (sabio). La misma conlleva a una presunta  relación con “Dios” y los espíritus superiores, permitiendo el alcance de un conocimiento superhumano (se dice que el poeta es un pequeño dios). Si resumimos, la poesía viene canalizando de manera informal esta ciencia, aplicada por conocidos filósofos.
Para poder alcanzar el genio creativo, hay que someterse a una kénosis a la hora de escribir, un vaciado total de sí mismo para que sea el otro quien hable, si no se logra ese éxtasis, es difícil lograr un excelente poema.

Todas esas sombras soban la nada. La nada es un por qué, de un soy que huye muy adentro de la nada y sus sombras. El método paranoico es espontaneo, un conocimiento irracional basado en la objetivación sistemática de asociaciones e interpretaciones delirantes  (Salvador Dalí).

En el cerebro de Dalí estaban los conceptos de filósofos, pintores y escritores reconocidos como Freud, Nietzsche, Voltaire, Kant, Spinoza y Botticelli, así como Lorca, Bruñuel y Eluard. Toda esa imaginación produjo ideas que el pintor relacionó con objetos conocidos en un retorno rápido.

“La actividad paranoica-critica le permite al mundo delirante pasar al plano de la realidad”. S. Dalí.

Esta tumba es una tenaza
agudas notas al fondo
estas mis manos sin uñas arañan
el rostro de un tuyo pulverulento y sin pasado.

(Por la Avenida Emil Zola, va un poeta).

¿Qué es lo que hoy enferma la poesía? Abramos un paréntesis.
Dana Gioia en su poemario La Escala Ardiente, incluye un ensayo llamado ¿Importa la poesía? Lo primero que llamó mi atención en ese ensayo, es que Gioia expresa lo que él cree son las razones por la cual la poesía ha dejado de ocupar un lugar fundamental y es que según nos expresa, se ha debido a la conversión en “secta académica” que han hecho de la poesía los que él llama “dioses” de la intelectualidad.

“Soy un caso de ignorancia iluminada” escribió Mieses Burgos refiriéndose a su escasa intelectualidad, sin embargo, su genio poético sobrepasa la calidad de muchos poetas dominicanos de alta alcurnia. Todos conocemos la trayectoria de Burgos y la clarividencia de su palabra. Por otro lado, lo que es el “ego” de los poetas ante la caída repentina de la poesía, al “favoritismo” que se percibe entre ciertos poetas.

En lo que concierne a la poesía, ese favoritismo siempre ha existido por las zancadillas entre los mismos poetas, el “anillo” que se perfila como un muro para detener el avance de la nueva generación de poetas de este tiempo o por la hiperfagia en muchos poetas dominicanos.

“No se está escribiendo nueva poesía importante” parece gritar Joseph Epstein en su artículo ¿Quién mató la poesía? (1988). Hay tantos versos mediocres llenando antologías y en otras publicaciones que da miedo. Horripila el hecho de celebraciones durante puestas en circulación de libros de poesía cuya asistencia son los mismos que celebran la mala poesía que se está escribiendo. Imagino a Keast morir de nuevo, a Novalis, Milton, ante tanta mala práctica en cuanto a poesía se refiere. Poesemia, es el mal que ataca actualmente a la poesía dominicana. Dentro del movimiento Beer, perdón, Beat, alguien llamado Allen Ginsberg hizo popular una frase que lo ha inmortalizado “¿You need Money?

Cerrando el paréntesis, buscando culminar, debo decir que todo está en el “genio poético”. El genio poético es aquello que Burgos menciona;
“Soy un caso de ignorancia iluminada”. El poeta deberá sacarle provecho incluso, al mismo dolor, a la enfermedad o la frustración que le adolece durante el proceso de la creación. El poeta no actúa por sí sólo, sino que sus propios espectros son los que conforman su mundo. Por ejemplo, Pedro Páramo según Juan Rulfo, nació de una imagen y fue la búsqueda de un ideal que él llamó Susana San Juan, la que no existió nunca.

En muchas ocasiones sucede que los mejores trabajos parten del pasado, de un encuentro consigo mismo. Un encuentro en donde pueden suceder cosas inexplicables para el poeta. El sueño tronchado, la ceguera, las inercias, las imposiciones, el hambre y la miseria de que son objetos, se convierten en armas sobrecargadas y dispuestas a disparar. Hay quienes dicen que los mejores poemas nacen mediante una situación dolorosa y llena de sufrimiento que evocan en el poeta los más desesperados y angustiosos gritos. Cuando para el poeta no existe algo más factible que la muerte, y la alucinación entra en juego como herramienta eficaz, comienza el coqueteo con lo misterioso o místico en donde predominan las emociones que a veces se les va la mano al poeta, algo que ha acontecido con muchos reconocidos poetas de todo el mundo.

“Un poema si no es una pedrada –y en la sien- es un fiambre de palabras muertas”.
Ramón Irigoyen.

 Si con el poema no se logra ese efecto, estamos escribiendo por escribir. Gerard de Nerval es detenido mientras se le vio perseguir una "estrella" medio desnudo. En 1855 un borracho descubre su cuerpo sin vida y cubierto de nieve en un callejón. Alfonsina Storni (1892-1938). Al regreso de su segundo viaje a Europa, los médicos le descubren un tumor cancerígeno, y una tarde deja su domicilio para perderse en las aguas del Atlántico. Paul Celan (1920-1970), merecedor de máximas distinciones, una noche sale a caminar por la Avenida Emil Zola, y termina arrojándose al Sena.

“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos” escribió Cesar Pavese (1908-1950). A este poeta no le llegó la muerte sino que  él mismo la buscó, al ingerir 16 envases de somnífero. Lamentablemente estos grandes poetas que hicieron historia dentro del ámbito poético, tuvieron una muerte violenta. Como si una maldición les hubiera tocado, como si estos genios del poema entendieran que el suicidio fuese la única forma de acabar con el dolor y el sufrimiento.

Soy porque vivo
porque digo o callo
porque estando o no, estoy
oxigeno celeste
endemoniado para el mundo
Soy el que una bala le ha matado.

(Tiempo Perforado, F.V. 2011).

El mundo del poeta es el mundo angustiado herido por el cielo. Un mundo entre “tantas verdades podridas como sombras” (Miguel Ángel Fornerín, Ensayos sobre literatura puertorriqueña y dominicana). La generación de poetas del presente siglo ha querido buscar una “nueva voz”, romper o abolir las formas poéticas de la ya histórica Generación 80, sin embargo el “rompimiento” que se busca para destronar a la Generación 80 no es el propio, ya que para lograr ser tomados en cuenta como una generación, hay que fajarse a escribir con sobriedad y seriedad. Algunos dicen de forma apresurada quizás, que la poesía dominicana se halla en sus mejores momentos, sin embargo, en mi opinión personal, no crítica porque no soy crítico, diría que hay poetas en sus mejores momentos.

Es posible que estas palabras parezcan fuera de orden, pero trato de decir que es una opinión personal porque hay poetas jóvenes que se están abriendo paso, escribiendo, estudiando, aunque es muy evidente que se trata de un grupo muy reducido ya que otros andan buscando otras cosas, sin identidad propia, que buscan llamar la atención a como dé lugar. Son cazadores de premios, que no es malo, pero dejan de lado el trabajo y la función de la poesía.

La poesía dominicana no está en sus mejores momentos porque en cada rincón se realice un recital, un encuentro, un festival, no creo que estas actividades avalen tal hecho. La historia de la literatura, la poesía específicamente, nos presenta poetas que pueden estén en el anonimato, sin embargo están trabajando en silencio. Ya tuvimos a un Luis Alfredo Torres, Rafael Américo Henríquez, quien nos legó un mundo alucinante con Rosa de Tierra, Francisco Domínguez Charro, y por qué no, Tomás Hdez. Franco, por mencionar algunos ya que la lista es muy larga. Ahora, cada uno de estos poetas marcaron como dije, un hito que a muchos poetas e intelectuales historiadores les consta, pero el asunto está en que ahora se habla de una susodicha “ruptura” que no entiendo todavía, porque la poesía que ahora se escribe (salvo un grupo de jóvenes poetas), no tiene un rostro definido.

Y en las artes particulares de la poesía… existe el arte de diagnosticar y el de curar. Uno persigue el culto de la fealdad y el otro el culto de la belleza”.

Ezra Pound. El arte de la poesía.


Por eso no se puede hablar de ruptura (al menos en este país), ya que hablar de “romper” implica muchas cosas. Pound advierte “No repitas en versos mediocres lo que ya se haya dicho en buena prosa”, y es lo que veo en estos últimos tiempos. Hay poetas de otras generaciones que no aceptan el “vaciado poético” en ellos, recurren a textos viejos a cuales simplemente cambian el titulo, arreglan algunos versos y ya tienen un libro nuevo ¿nuevo? Eso me dice de la poca creatividad de ellos.

Según Basilio Belliard, el 200 trae o trajo una amalgama de poetas que fundan la primera “ruptura” (caemos otra vez) con los poetas del pensar (Generación 80). Belliard enfatiza que “Algunos leen en ingles, traducen y abrazan la estética de la beat generation. El poeta dice que su poesía, la de estos jóvenes, está lastrada por la cultura digital, el chateo, la comunicación virtual, la ironía y la parodia (faltó poner the poetry show). Por ello abrazo el pensamiento de Dana Gioia cuando dice que la mayoría de lecturas no son celebraciones de la poesía sino del ego de muchos autores.

En definitiva, no creo que la poesía esté en sus mejores momentos. La poesía (dominicana, me refiero), ha perdido la confianza de “curar” de “diagnosticar”, salvo autores que me atrevo a mencionar porque me sale así, sin ningún tipo de compromiso. Me refiero a poetas jóvenes como Rosalina Benjamín, Jesús Cordero, Pablo Reyes, José Ángel Bratini y Ricardo Rafael Cabrera, de quien leí trabajos suyos en una antología hecha por Héctor Hdez. Montecinos.

En mi opinión personal, estos muchachos están haciendo buena poesía fuera del divertimento y ridículo poético. Considero que esa es la verdadera ruptura. En 1907 hubo una generación de creadores que sí rompieron. Un grupo de pintores que buscaron lo que hoy buscan muchos poetas dominicanos; crear algo nuevo. Es decir, no existe tal ruptura ya que hace años esto se inventó y materializó con los poetas del Surrealismo.